Fille de Santiago
Entiendo un poco más
Me hice un paralelo anoche
Y entendí la aspereza
Que yo era en tu mundo
En ese mundillo plano
Allá, cerca de ese río que atraviesa el país
Yo era unas cordilleras para ti
Fuerte, sólido, frío a veces, nublado pero bello siempre
Llegaste en mi país y te pusiste allá
Al lado del pasaje de la fuente
Aguas turbias, alrededores sin el menor relieve
A 100 o 150 kilómetros del océano
De la libertad verdadera; adentro, dividida
Entre la montaña que te protegía y los llanos
Que llevaban al mar, al monstruo quizás
Del desconocido, de las aspiraciones torcidas
Lo que a ti era un porvenir turbio
Al fin y al cabo, no estabas
Te encontrabas muy cerca de la junción
Pero igualmente un poco distante.
En aquel país que me creó tu ser
Más allá del océano, del Atlántico que para ti no significaba tanto
Allá, cerca del Pacifico, pero distante también
También solías vivir entre dos aguas
Quizás que temías la fusión
De tu deseo y de su concreción
Como conmigo, entonces querías guardarte las montañas
Cerca, al lado, a la vista
Mi mano al alcance
Como las cumbres de los Andes
Que te daban confianza,
Que te dibujaban un mundo gigantesco, pero no amenazante
Y en mi país hiciste exactamente lo mismo
Hija de Santiago, te pusiste a distancia del mar
Pero mirando unas maravillas, dentro tuyo
O en el amor que te apareció
Lo único es que no tomaste en cuenta
Que tu necesidad de esas asperezas…
Al igual que mis paralelos, que la necesitaban también
Y tú, eras las tormentas en las altitudes
O el murmullo suave del mar yendo, yéndose
Para mí, eras la meteorología de los días
Pero olvidaste que el terreno influía también
Montaña era yo, quizás, entonces no soporto
Estar entre medio y asaltado por el vacío
De unas colinas o llanos, que me desesperan
Yo te miraba como un espacio
Yi te quería dar un cielo, un mundo más allá
No te podía prometer una Santiago, ni toda la Cordillera
Pero sí un océano, el infinito de mi ser inconstante
Que hubiera puesto fin a unas miserias; nuestras
Que hubiera formulado una respuesta a tu búsqueda en ese territorio
De un nido en las alturas, o un cinturón en el cielo
Cazador, como aquella constelación
Para adorarte y para adorarla
Respuesta que todavía tengo, y me quedo mudo
Como una montaña, cuya paradoja es de ser muro
Y mandar ondas, cantos y murmullos imperceptibles
Que bajan amorosos o temibles, en pena o alegres
De ver que sigues viva o que algún día vendrás
A observar montañas y océanos
Y que allá quizás, habiendo quitado tu río
Remontado el pasado, o bajando hacia el futuro
En las confluencias me encontrarás
Jean-Marie Loison-Mochon